domingo, 9 de septiembre de 2012

Capitulo 5: “Los débiles”




Los campesinos

El capitulo comienza narrando la visión que tenía una obra inglesa de la mitad del siglo XIV  llamada -“Pierce the Ploughman ` s Creede-” sobre el campesino de esa época, el cual es descrito de la siguiente manera: un hombre aferrado a su arado, el cual solo debía de trabajar la tierra la mayor cantidad de días en el año. Además, este vestía zapatos gastados, de gruesas suelas, las cuales dejaban ver todos los pies de su existencia. Su torso estaba cubierto con tela rustica, generalmente gastados y llenos de estiércol. La mujer, se presenta como una fiel acompañante de su hombre y la cual  también daba la impresión de ir descalza, vestía con una túnica encogida y envuelta en una criba de tela para protegerse del mal tiempo, mientras que sus pobres pies sangraban al paso del camino.

Según la mirada de un viajero  británico, este comienza a describir al campesino de la edad media, basándose en los pobladores que habitaban Francia, manifestando que estos pobres individuos, bebían agua, comían manzanas, además de  pan muy oscuro, hecho de centeno .No comían carne, salvo a veces un poco de tocino, o entrañas  y cabezas de los animales que mataban para la alimentación de los nobles (quienes eran los dueños y amos de los campesinos) y los mercaderes del país. Apoyando las ideas expuestas de la obra mencionada anteriormente, sobre la mirada de los campesinos en ese entonces, estos no usaban nada de lana, salvo una pobre camisa de tela rustica debajo de su vestimenta superior. Sus polainas eran de una tela semejante, y no sobrepasan las rodillas, a las que se ajustan con una liga, quedando así, los muslos desnudos.

Los campesinos medievales eran los que soportaban el peso fiscal del Estado ya que pagaban los tributos señoriales, los diezmos eclesiásticos y las rentas reales. Formaban parte del escalón más bajo de la sociedad medieval.

Desde que nacían, tenían previsto un destino lleno de abusos y de obligaciones, todo esto, para cumplir con las demandas de quienes se ubicaban en la parte más alta de escala social que se regía en ese periodo. Estaban  obligados por la necesidad a vigilar, labrar, roturar la tierra para su subsistencia, hasta el punto de que   todas sus fuerzas fueran consumidas y su especie fuera reducida a la nada misma. Estaban encorvados y eran débiles, lo cual no los hacía  capaces de combatir y defender al reino. Tampoco podían tener armas, ni dinero para comprarlas. Vivian en las más extrema miseria que uno se podía imaginar.

Los pobres de la Edad Media temían sobre todo al hambre. Este miedo permanente está en la raíz de la sacralización del pan, de ahí que la súplica al Dios cristiano rece: “Danos el pan de cada día.”

La posibilidad de sufrir hambrunas (para los más pobres) era común, debido a una mala cosecha, que a veces se acumulaban e implicaban dos o tres años de mal comer.

Algunos campesinos no eran libres. Existía una gran variedad de servidumbres en esa época, pero ninguna de ellas correspondía a la esclavitud. Los siervos debían de realizar prestaciones personales a veces humillantes, y podían sufrir castigos corporales. En las épocas carolingias y pos carolingia, el concepto de servidumbre consistía en primer lugar en la dependencia corporal: pago de un tributo anual, impuestos sobre matrimonio y la herencia. Luego, se les reemplazó y  otra se les agregó, en Francia, la talla arbitraria; en Inglaterra, la prestación personal pesada, y en Cataluña, toda una serie de derechos, por parte de los amos hacia su siervo, entre ellos, “el derecho a maltratar”. Fue entonces que a partir del siglo XIII, todos los siervos eran campesinos, mientras que antes no había sido así.

Antes del año 813, aproximadamente, las uniones entre los siervos eran consideradas concubinatos, lo cual indica, que es la relación marital de un hombre con una mujer sin estar unidos bajo el vínculo matrimonial, aunque esas uniones ya se consideraban verdaderos matrimonios, mas sin embargo, comenzaron a ser controladas por los amos.

Las herencias de los siervos también eran controladas y gravadas, y la condición infamante de dependencia corporal hacia los nobles, era vista, por ejemplo, a través de tasas de reconocimiento, como la de los bienes de “manos muertas”: cuando un siervo moría sin descendientes directos, sus bienes eran tasados y vendidos a beneficios del señor.

Los campesinos debían de pagar pesados impuestos. Para ello, se comenzó a regir una especia de ley, para poder regir los intereses de los nobles y tratar de "disminuir los abusos que debían de sufrir los que trabajan la tierra. Este sistema llamado “feudalismo” consistió en que el señor feudal, quien era el dueño de las tierras trabajadas por el campesino, le proveía de alimento y protección a este último, con  la condición de que su siervo o vasallo, le prometiera fidelidad en caso de cualquier conflicto bélico.

Cabe mencionar que no eran individuos aislados. La sociedad medieval era una sociedad de solidaridad porque la pobreza era la suerte común. Las comunidades rurales que se formaban les permitían hacer valer sus derechos. Al igual que los habitantes de las ciudades, especialmente en Inglaterra y en el norte de Francia, se organizaban e instituían una reglamentación que los responsables debían de aplicar, y gozaban de libertades individuales o colectivas.

Otra cosa a destacar, dentro de la síntesis de este capítulo, es la manera peculiar con que se defendían los aldeanos frente a las injusticias impuestas por los nobles, ya que, generalmente el señor feudal se quedaba con la mayoría de la producción que generaba el pastor al trabajar la tierra, y no estamos hablando de rebeliones populares, sino de una resistencia cotidiana, y sin violencia. Eso hacía, por ejemplo, el trabador asalariado que había podido comprar una fracción de tierra para plantar en ella algunas filas de cepas, y hacia trampa al cultivar su viña, ya que normalmente su jornada de trabajo comenzaba con la salida del sol y terminaba cuando oscurecía, logrando así,  meter presión al dueño de las tierras con fin de que este cedería antes sus demandas, para que hubiera mas igualdad y justicia dentro del proceso  de la extracción y distribución de los frutos obtenidos al trabajar la tierra.  

Los artesanos

Su misión era producir obras bellas, incluso verdaderas obras de arte. Además, precisamente era obligatorio producir una obra de arte para convertirse en maestro. Su jornada de trabajo comenzaba normalmente al salir el sol, o una hora más tarde, y finalizaba cuando se iba la luz, es decir, a la hora de la queda, o cuando sonaban las completas, es decir, a las 6 o 7 de la tarde.

Por lo general, un artesano se establecía en una propiedad donde ofrece sus servicios a cambio de protección y los recursos disponibles en el patrimonio feudal.

Poseían un rango limitado de acción, pero sin embargo entre los siglos XI y XII, esta escena cambió cuando las ciudades y poblaciones notaron un incremento considerable en el marco europeo.

Progresivamente, la artesanía tuvo la incorporación de un número importante de personas organizadas y complejas.

Los artesanos de desenvolvían en sus talleres, los cuales estaban integrados por aprendices, compañeros y maestros. Todos ellos tenían problemas.

El propietario de una tienda era conocido como “el maestro” artesano. Tenía contactos de negocios necesario para vender la producción, era dueño de las herramientas y obtenía las materias primas a precios más bajos. Como propietario del local, el maestro gozaba de mucho de los beneficios de la venta de sus productos terminados. A pesar de ser propietario, muchos profesores también ocuparon su tiempo participando en el proceso de fabricación.

Justo por debajo de los oficiales de maestro artesano se encontraban los artesanos contratados, también conocidos como “compañeros”. Como artesanos realizaron la mayoría de las tareas relacionadas con el proceso de producción. A cambio de su servicio devengaba un salario establecido por el maestro y que varía mucho en función del rendimiento del negocio presentado por el taller.

En la última etapa de la jerarquía de un taller se encontraban los “aprendices”. En general, el aprendiz era un joven que ofrecía su ayuda a los artesanos, con conocimientos más reducidos en las técnicas de producción.


Los aprendices, que habían gastado dinero para su mantenimiento y la iniciación en su futuro oficio, solían ser explotados. En efecto, a partir de la firma de contrato, debían plena obediencia al maestro, que podía usarlos como mano de obra cuando adquirían cierta competencia.

Entre los maestros, los que ejercían a domicilio, mantenían una cierta independencia, porque no vendían más que el producto de su trabajo. Pero había otros-especialmente en los oficios textiles-que se convertían en verdaderos asalariados: hilanderas, tejedores, bataneros. Cuando contraían deudas con sus patrones, a veces con los propietarios de las casas en las que vivían, terminaban por caer en una completa dependencia.

Se producían disputas entre los diferentes oficios. Durante decenas de  años, los talabarteros y los guarnicioneros se enfrentaron por el derecho a fabricar sillas de montar. Al final del siglo XV, los talabarteros pidieron que se pusiera fin a la corporación común de la que formaban parte ambos oficios.

Al final de la edad media, se cerró el acceso a la maestría. El libro de los oficios no mencionaba en forma explícita la necesidad de presentar una obra maestra. Pero eso no significa que se hubiera dejado de verificar las aptitudes. En los siglos XIV Y XV, se seguía exigiendo a los candidatos a la maestría que conocieran su oficio, pero también debían de aprobar un examen frente a los jurados, y se comenzó  a exigir cada vez más una obra maestra, una exigencia que se generalizo en el siglo XV. Pero la realización de ese trabajo exigía al mismo tiempo medios financieros para comprar los materiales y el tiempo necesario para su elaboración.

Para cerrarles los caminos a los candidatos, los maestros disponían de dos medios: rechazar la obra maestra con el argumento de que no correspondía a los criterios técnicos, o aumentar los costos. Además, para entrar en una corporación, había que pagar una suma importante, a la que se agregaban los gatos de la comida. Por lo general, los compañeros no podían esperar una promoción. La maestría estaba reservada, cada vez más, a los hijos de los maestros.

Ahora bien, no todos los trabajadores eran tratados de la misma manera. La deplorable condición de los obreros textiles contrastaba con la situación privilegiada de los mineros. Las ventajas que se concedían a estos últimos se debían a los ingresos que producían las minas. Los señores feudales de Europa, especialmente los de Europa Central e Inglaterra, establecieron una administración minera, independiente de las autoridades locales, que dirigían los propios mineros. Estos estaban exentos de los impuestos habituales, de diversos peajes y del servicio militar y a diferencia de los otros oficios los mineros no dependían de la justicia local, sino de sus propias cortes de justicia.

En 1198, cuando el rey de Inglaterra Ricardo Corazón de León reorganizo las minas de estaño de su país, favoreció a los mineros para obtener un mejor rendimiento.

A modo de conclusión, de esta breve síntesis del capítulo que nos remite el titulo de la narración,  es importante recalcar que tanto como los campesinos, mineros y  artesanos ocuparon, a pesar de su situación modesta, un lugar fundamental en la sociedad medieval, haciendo posible que los nobles y los clérigos- menos de un diez por ciento de la población- se dedicaran a sus funciones: la guerra y la oración.

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