Los campesinos
El capitulo comienza narrando la visión
que tenía una obra inglesa de la mitad del siglo XIV llamada -“Pierce
the Ploughman ` s Creede-” sobre el campesino de esa época, el cual es
descrito de la siguiente manera: un hombre aferrado a su arado, el cual solo
debía de trabajar la tierra la mayor cantidad de días en el año. Además, este
vestía zapatos gastados, de gruesas suelas, las cuales dejaban ver todos los
pies de su existencia. Su torso estaba cubierto con tela rustica, generalmente
gastados y llenos de estiércol. La mujer, se presenta como una fiel acompañante
de su hombre y la cual también daba la impresión de ir descalza, vestía
con una túnica encogida y envuelta en una criba de tela para protegerse del mal
tiempo, mientras que sus pobres pies sangraban al paso del camino.
Según la mirada de un viajero
británico, este comienza a describir al campesino de la edad media,
basándose en los pobladores que habitaban Francia, manifestando que estos
pobres individuos, bebían agua, comían manzanas, además de pan muy
oscuro, hecho de centeno .No comían carne, salvo a veces un poco de tocino, o
entrañas y cabezas de los animales que mataban para la alimentación de
los nobles (quienes eran los dueños y amos de los campesinos) y los mercaderes
del país. Apoyando las ideas expuestas de la obra mencionada anteriormente,
sobre la mirada de los campesinos en ese entonces, estos no usaban nada de lana,
salvo una pobre camisa de tela rustica debajo de su vestimenta superior. Sus
polainas eran de una tela semejante, y no sobrepasan las rodillas, a las que se
ajustan con una liga, quedando así, los muslos desnudos.
Los campesinos medievales eran los que
soportaban el peso fiscal del Estado ya que pagaban los tributos señoriales,
los diezmos eclesiásticos y las rentas reales. Formaban parte del escalón más
bajo de la sociedad medieval.
Desde que nacían, tenían previsto un
destino lleno de abusos y de obligaciones, todo esto, para cumplir con las
demandas de quienes se ubicaban en la parte más alta de escala social que se
regía en ese periodo. Estaban obligados por la necesidad a vigilar,
labrar, roturar la tierra para su subsistencia, hasta el punto de que
todas sus fuerzas fueran consumidas y su especie fuera reducida a
la nada misma. Estaban encorvados y eran débiles, lo cual no los hacía
capaces de combatir y defender al reino. Tampoco podían tener armas, ni
dinero para comprarlas. Vivian en las más extrema miseria que uno se podía
imaginar.
Los pobres de la Edad Media temían
sobre todo al hambre. Este miedo permanente está en la raíz de la sacralización
del pan, de ahí que la súplica al Dios cristiano rece: “Danos el pan de cada
día.”
La posibilidad de sufrir hambrunas
(para los más pobres) era común, debido a una mala cosecha, que a veces se
acumulaban e implicaban dos o tres años de mal comer.
Algunos campesinos no eran libres.
Existía una gran variedad de servidumbres en esa época, pero ninguna de ellas
correspondía a la esclavitud. Los siervos debían de realizar prestaciones
personales a veces humillantes, y podían sufrir castigos corporales. En las
épocas carolingias y pos carolingia, el concepto de servidumbre consistía en
primer lugar en la dependencia corporal: pago de un tributo anual, impuestos
sobre matrimonio y la herencia. Luego, se les reemplazó y otra se les
agregó, en Francia, la talla arbitraria; en Inglaterra, la prestación personal
pesada, y en Cataluña, toda una serie de derechos, por parte de los amos hacia
su siervo, entre ellos, “el derecho a maltratar”. Fue entonces que a partir del
siglo XIII, todos los siervos eran campesinos, mientras que antes no había sido
así.
Antes del año 813, aproximadamente, las
uniones entre los siervos eran consideradas concubinatos, lo cual indica, que
es la relación marital de un hombre con una mujer sin estar unidos bajo
el vínculo matrimonial, aunque esas uniones ya se consideraban verdaderos
matrimonios, mas sin embargo, comenzaron a ser controladas por los amos.
Las herencias de los siervos también
eran controladas y gravadas, y la condición infamante de dependencia corporal
hacia los nobles, era vista, por ejemplo, a través de tasas de reconocimiento,
como la de los bienes de “manos muertas”: cuando un siervo moría sin
descendientes directos, sus bienes eran tasados y vendidos a beneficios del
señor.
Los campesinos debían de pagar pesados
impuestos. Para ello, se comenzó a regir una especia de ley, para poder regir
los intereses de los nobles y tratar de "disminuir los abusos que debían
de sufrir los que trabajan la tierra. Este sistema llamado “feudalismo”
consistió en que el señor feudal, quien era el dueño de las tierras trabajadas
por el campesino, le proveía de alimento y protección a este último, con
la condición de que su siervo o vasallo, le prometiera fidelidad en caso
de cualquier conflicto bélico.
Cabe mencionar que no eran individuos
aislados. La sociedad medieval era una sociedad
de solidaridad porque la pobreza era la suerte común. Las comunidades rurales
que se formaban les permitían hacer valer sus derechos. Al igual que los
habitantes de las ciudades, especialmente en Inglaterra y en el norte de Francia,
se organizaban e instituían una reglamentación que los responsables debían de
aplicar, y gozaban de libertades individuales o colectivas.
Otra cosa a destacar, dentro de la
síntesis de este capítulo, es la manera peculiar con que se defendían los
aldeanos frente a las injusticias impuestas por los nobles, ya que,
generalmente el señor feudal se quedaba con la mayoría de la producción que
generaba el pastor al trabajar la tierra, y no estamos hablando de rebeliones
populares, sino de una resistencia cotidiana, y sin violencia. Eso hacía, por
ejemplo, el trabador asalariado que había podido comprar una fracción de tierra
para plantar en ella algunas filas de cepas, y hacia trampa al cultivar su
viña, ya que normalmente su jornada de trabajo comenzaba con la salida del sol
y terminaba cuando oscurecía, logrando así, meter presión al dueño de las
tierras con fin de que este cedería antes sus demandas, para que hubiera mas
igualdad y justicia dentro del proceso de la extracción y distribución de
los frutos obtenidos al trabajar la tierra.
Los artesanos
Su misión era producir obras bellas,
incluso verdaderas obras de arte. Además, precisamente era obligatorio producir
una obra de arte para convertirse en maestro. Su jornada de trabajo comenzaba
normalmente al salir el sol, o una hora más tarde, y finalizaba cuando se iba
la luz, es decir, a la hora de la queda, o cuando sonaban las completas, es
decir, a las 6 o 7 de la tarde.
Por lo general, un artesano se
establecía en una propiedad donde ofrece sus servicios a cambio de protección y
los recursos disponibles en el patrimonio feudal.
Poseían un rango limitado de acción,
pero sin embargo entre los siglos XI y XII, esta escena cambió cuando las
ciudades y poblaciones notaron un incremento considerable en el marco europeo.
Progresivamente, la artesanía tuvo la
incorporación de un número importante de personas organizadas y complejas.
Los artesanos de desenvolvían en sus
talleres, los cuales estaban integrados por aprendices, compañeros y maestros.
Todos ellos tenían problemas.
El propietario de una tienda era
conocido como “el maestro” artesano. Tenía contactos de negocios
necesario para vender la producción, era dueño de las herramientas y obtenía
las materias primas a precios más bajos. Como propietario del local, el maestro
gozaba de mucho de los beneficios de la venta de sus productos terminados. A
pesar de ser propietario, muchos profesores también ocuparon su tiempo
participando en el proceso de fabricación.
Justo por debajo de los oficiales de
maestro artesano se encontraban los artesanos contratados, también conocidos
como “compañeros”. Como
artesanos realizaron la mayoría de las tareas relacionadas con el proceso de
producción. A cambio de su servicio devengaba un salario establecido por el
maestro y que varía mucho en función del rendimiento del negocio presentado por
el taller.
En la última etapa de la jerarquía de
un taller se encontraban los “aprendices”. En general, el
aprendiz era un joven que ofrecía su ayuda a los artesanos, con conocimientos
más reducidos en las técnicas de producción.
Los aprendices, que habían gastado
dinero para su mantenimiento y la iniciación en su futuro oficio, solían ser
explotados. En efecto, a partir de la firma de contrato, debían plena
obediencia al maestro, que podía usarlos como mano de obra cuando adquirían
cierta competencia.
Entre los maestros, los que ejercían a
domicilio, mantenían una cierta independencia, porque no vendían más que el
producto de su trabajo. Pero había otros-especialmente en los oficios
textiles-que se convertían en verdaderos asalariados: hilanderas, tejedores,
bataneros. Cuando contraían deudas con sus patrones, a veces con los
propietarios de las casas en las que vivían, terminaban por caer en una
completa dependencia.
Se producían disputas entre los
diferentes oficios. Durante decenas de años, los talabarteros y los
guarnicioneros se enfrentaron por el derecho a fabricar sillas de montar. Al
final del siglo XV, los talabarteros pidieron que se pusiera fin a la corporación
común de la que formaban parte ambos oficios.
Al final de la edad media, se cerró el
acceso a la maestría. El libro de los oficios no mencionaba en forma explícita
la necesidad de presentar una obra maestra. Pero eso no significa que se
hubiera dejado de verificar las aptitudes. En los siglos XIV Y XV, se seguía
exigiendo a los candidatos a la maestría que conocieran su oficio, pero también
debían de aprobar un examen frente a los jurados, y se comenzó a exigir
cada vez más una obra maestra, una exigencia que se generalizo en el siglo XV.
Pero la realización de ese trabajo exigía al mismo tiempo medios financieros
para comprar los materiales y el tiempo necesario para su elaboración.
Para cerrarles los caminos a los
candidatos, los maestros disponían de dos medios: rechazar la obra maestra con
el argumento de que no correspondía a los criterios técnicos, o aumentar los
costos. Además, para entrar en una corporación, había que pagar una suma
importante, a la que se agregaban los gatos de la comida. Por lo general, los
compañeros no podían esperar una promoción. La maestría estaba reservada, cada
vez más, a los hijos de los maestros.
Ahora bien, no todos los trabajadores
eran tratados de la misma manera. La deplorable condición de los obreros
textiles contrastaba con la situación privilegiada de los mineros. Las ventajas
que se concedían a estos últimos se debían a los ingresos que producían las
minas. Los señores feudales de Europa, especialmente los de Europa Central e
Inglaterra, establecieron una administración minera, independiente de las
autoridades locales, que dirigían los propios mineros. Estos estaban exentos de
los impuestos habituales, de diversos peajes y del servicio militar y a
diferencia de los otros oficios los mineros no dependían de la justicia local,
sino de sus propias cortes de justicia.
En 1198, cuando el rey de Inglaterra
Ricardo Corazón de León reorganizo las minas de estaño de su país, favoreció a
los mineros para obtener un mejor rendimiento.
A modo de conclusión, de esta breve
síntesis del capítulo que nos remite el titulo de la narración, es
importante recalcar que tanto como los campesinos, mineros y artesanos
ocuparon, a pesar de su situación modesta, un lugar fundamental en la sociedad
medieval, haciendo posible que los nobles y los clérigos- menos de un diez por
ciento de la población- se dedicaran a sus funciones: la guerra y la oración.
No hay comentarios:
Publicar un comentario