Las
epidemias
La lepra y la viruela se propagaron a principios
del siglo VI, variando su intensidad hasta casi desaparecer entre los siglos IX
y XI.
Una
tercera epidemia azoto a Europa: La peste bubónica, que consistía en la aparición
de ganglios como nueces y posteriormente una fiebre insoportable que terminaba
con la muerte.
A medida
que desaparecían las antiguas enfermedades aparecieron 2 nuevas, el fuego sacro
y la gripe.
El fuego
sacro podía se producía por ingerir centeno mesclado con harina, que daba paso
a dos formas de enfermedad, convulsiva o gangrenosa.
Los
síntomas de la gripe eran fiebre, problemas oculares y tos.
En el
siglo XII comenzaron a volver enfermedades antiguas, la lepra y la viruela.
En este
siglo aparece el escorbuto, provocado por comer muchas carnes y pescados
salados. Este afecto principalmente a el ejercito Francés de Luis IX.
La peste
Negra.
Era
probablemente de origen asiático, pero nunca fue mencionada en textos
orientales hasta su aparición en 1346, a orillas del mar negro.
Al
principio se manifestó en forma bubónica, con problemas pulmonares, hemorragias
leves y disminuía su intensidad en invierno.
Las
consecuencias demográficas fueron considerables, ya que esta peste redujo la
población de muchos sectores.
No solo
se produjo un daño demográfico enorme, si no que también económico, social y
mental. Los sobrevivientes de la peste se enriquecieron a costa de herencias de
sus parientes, lo que provoco un desorden su modo de vivir.
Hubo 12
pestes en el siglo XV, tres de ellas muy virulentas en 1412, 1439 y 1482.
La
mayoría de las epidemias avanzaron generalmente, a excepción del fuego sacro y
la lepra.
Enfermedades
como la tos ferina y la gripe aumentaron su frecuencia en esta época.
A fines
del siglo XV apareció la sífilis, casi inmediatamente la población se dio
cuenta de que era una enfermedad de transmisión sexual.
Los
Progresos de la Medicina
En los
inicios de la Alta Edad Media, existía todavía la Teoría de los Cuatro Humores,
y se tenía una visión astrológica de la medicina. Sin embargo, la medicina se
tornó a una mirada metódica, donde lo único que importaba era el tratamiento de
las enfermedades, dentro del carácter monástico, es decir de monjes, que
predominó en la salud medieval. En el cual se encuentra el análisis de pulso y
orina.
Los
únicos recursos para el estudio en Europa de la medicina, eran recetas de
remedios e indicaciones de tratamientos de enfermedades que se presentaban en
escritos antiguos y solos se conocían en los monasterios. Se tradujeron al
latín textos de origen árabe, que eran excelentes fuentes para el conocimiento.
Muy
ligada a la religión, se acostumbraba a llevar amuletos de protección y
utilizar imágenes de santos para los casos extremos, como en los partos, se
acostumbraba encomendarse a Santa Margarita y colocar estampillas de santos en
el vientre de la madre.
Avance
en el Conocimiento
La
escuela de Salerno, fue la primera en la Edad Media, y todo médico graduado
tenía que ser certificado por esta escuela para poder ejercer. Entre las primeras Universidades que dieron
esta carrera, se encuentran la de Boloña, París y Montpellier
El emperador sacro Federico II promulgó el
reglamento para el ejercicio de la medicina, donde establecía que cualquier
estudiante de medicina, tenía que haber al menos estudiado tres años de la
ciencia de la lógica para después seguir con los estudios de medicina por cinco
años.
La medicina
se tornó hacia un carácter laico, debido a como la disciplina ya se enseñaba en
las principales Universidades europeas, estaba abierta no solo a los monjes
sino también a los laicos.
Hospitales
Antes de
conocer los hospitales de hoy en día, lo que eran antiguamente se conocían como
albergues u hospicios monásticos, donde el objetivo principal era el cuidado y
tratamiento de heridas o enfermedades a los enfermos más graves, también muchos
de los partos de la época se realizaban en las mismas casas.
Los
hospitales de la época se encargaban de los enfermos mortales, leves y las
salas de las parteras, tenían grandes salas y lavanderías, y se utilizaban la
iluminación por lámparas de aceite mayormente.
Los
hospitales recibían mucha ayuda del clero, la nobleza y la burguesía de la
época, grupos de los cuales entregaban camas y objetos de más valor para su uso
en estas instituciones de salud, del mismo modo aportaban económicamente a la
mantención de estos.
La
exclusión como remedio
En el caso de los leprosos y los locos,
especialmente en los últimos, prevalecía la exclusión.
La lepra
es una enfermedad infecciosa causada por un peligroso microbio, el bacilo
llamado de Hansen.
Por su
puesto, en aquella época esta causa aún no se conocía. Los textos médicos publicados
entre 1180 y 1340 se apoyaban básicamente en los trabajos de Avicena, quien fue
un médico, filósofo y científico persa. Mencionaba la atrabilis, uno de los
cuatro humores principales del organismo viviente.
Las
divergencias entre los médicos eran muchas, y algunas opiniones eran bastante
graciosas, en partículas cuando se referían a los factores alimentarios.
Algunas
de las causas, según el médico francés Bernard de Gordon, podían ser:
·
Si la
contrae antes del nacimiento:
Por
corrupciones durante la concepción o gestación del bebé (como tener relaciones
durante la menstruación o una mujer embarazada con un leproso)
·
Si es
después del nacimiento:
Porque
el aire es malo, pestilente, está contaminado.
Se
consumen continuamente alimentos melancólicos, como lentejas y otras legumbres,
o carnes de oso, liebre o animales salvajes.
También
proviene de una excesiva frecuentación de leprosos, de una relación sexual con
una leprosa, y el que se acuesta con una mujer que acaba de acostarse con un
leproso, se vuelve leproso.
Los
clérigos aceptaban con reservas la idea de la lepra sanción, y entre el final
del siglo XI y la mitad del siglo XIII, la enfermedad adquirió un significado
más positivo y contradictorio: era una imagen de pecado, pero a la vez una
invitación a la conversión, un recordatorio de los sufrimientos de Cristo.
El
franciscano Guibert de Tournai, quien dedicó tres de sus sermones “a los
leprosos y a los rechazados” se diferenció del Obispo Jacques de Vitry y del
dominico Humbert de Romans. Mientras Jacques de Vitry relacionaba a los
leprosos con los demás enfermos, Guilbert separaba sus palabras destinadas a
los pobres y a los enfermos, de la que reservaba para los leprosos y
humillados. Como consecuencia de esta diferencia, se produjo el rechazo.
El
cardenal Eudes de Châteauroux fue aún más lejos en un sermón pronunciado en una
leprosería (hospital de leprosos). El tema tomaba las palabras de Dios: “Le di
una casa en la soledad…”. Dios aislaba a los leprosos por amor.
La
imagen del buen leproso, símbolo del Cristo sufriente, era reemplazada cada vez
más por una representación muy diferente, que se veía tanto en los textos
literarios como en otros documentos.
En 1321,
se rompió el equilibrio entre caridad y exclusión de los leprosos, “de las
fantasías a la masacre”. Se acusaba a los leprosos de querer envenenar o
contaminar a los cristianos. En Périgueux, Francia, se produjeron los primeros
arrestos.
El rey
generalizó las persecuciones, en las cuales los leprosos eran condenados a la
hoguera y quemados, tanto hombres como mujeres. Algunas de éstas tenían niños
muy pequeños, y no obedeciendo la decisión del juez, los llevaron con ellas a
la hoguera, los pusieron debajo de ellas y los protegieron del fuego, mientras
fue posible. Luego los quince leprosos que quedaban, mujeres embarazadas y sus
hijos, niños y niñas, fueron encerrados en una leprosería, para terminar allí
sus días a pan y agua. Al entrar a la casa fueron marcados con hierro candente
en el hombro, para que si escapaban, fuesen reconocidos entre los demás.
Los
leprosos se les permitía acercarse a las ciudades pero siempre fijándole
límites. No podían ingresar a la ciudad sin autorización. En cambio, tenían
derecho a ir al campo, con la condición de no entrar en ninguna vivienda.
Ocupaban una ropa e insignia especial para que los demás supieran que ellos
estaban enfermos.
Pero la
medicina reaccionó. Muchas leproserías albergaron a una gran cantidad de esos
desdichados excluidos. Estos hogares aumentaron en número entre 1250 y 1350
aprox. Los leprosos se diferenciaban de los demás enfermos en el sentido de que
su permanencia en los establecimientos se prolongaba durante mucho tiempo,
meses, y hasta años. Estos leprosos dieron origen a las leproserías, las
cuales, entre 1150 y 1250, tuvieron un aumento con la primera gran ola de
fundaciones. Esta enorme cantidad de leproserías constituía la señal de un
importante aumento de la cantidad de enfermos.
Finalmente,
no se aplicó ninguna política global para los leprosos, ya que ninguna
funcionaba a su 100%. Igualmente la sociedad los rechazaba sin vacilar. Y el
contexto político y económico de los siglos XIV y XV provocó un deterioro de
las leproserías. El estado de abandono de muchas de ellas dejó a los enfermos
en asilos lamentables.
Los
locos
La sociedad
medieval creo ante ellos una actitud compleja. No es malo destacar que a veces
les prestaban atención y cuidados, pero al mismo tiempo se hacían otra imagen de ellos.
En el
70% de los relatos de milagros referente a Francia en el siglo XI y XII, esta
enfermedad se relacionaba mucho con el demonio, mientras que otros textos
insistían en desequilibrio mental. Los hagiógrafos (personas que estudian la
vida de los santos) decían que la locura era una enfermedad, como posesión, por
lo general como una posesión demoníaca.
Se
consideraba un hombre impuro a demás de ser muy peligrosos, asique se evitaba
el contacto con él, por lo tanto la mejor solución era encerrarlos. Se fueron
convirtiendo en seres completamente marginados.
En el
siglo XIII el Gran consuetudinario de
Normandía dedico un capitulo entero a
los locos, pero él se preocupaba mucho más
de la paz pública que del enfermo. Así de simple, si un loco mataba o
hería a alguien se iba a prisión, a demás tenían derecho a encerrarlos y hasta
atarlos. Si se consideraba que era capaz de llevar a cabo un crimen, se dejaba
al cuidado de parientes, vecinos o amigos los que también se dejaban sus
bienes.
A fines
de la edad media el tema de los locos ya estaba bien organizado por el plan
jurídico. Si un enfermo mental, era incapaz de valerse por sí mismo, dicho esto
por familiares, se desganaría a una persona para que lo ayudara y curara,
además se hacia cargo de sus bienes. Pero antes se tenía que hacer una
investigación profunda, luego comunicarlo públicamente.
El
derecho canónico, por su parte, no admitía el acceso de los locos a los
sacramentos. Se decía que “ni un loco y ni una loca pueden contraer
matrimonio” decreto que fue terminado en
1142. Se decía que uno tenía que razonar para poder contraer esa unión. Por lo
tanto, todos aquellos que a la edad normal del matrimonio, sufrían ya
trastornos mentales, estaban condenados al celibato, lo que agravaba mas su
enfermedad, por que se empezaban a sentir solos.
Siguiendo
con el tema el loco no podía acceder ni al matrimonio ni a la eucaristía por lo
tanto se encontraban marginados.
En las
costumbres de beauvaisis, que se escribió entre 1279 y 1283, Philips de
beaumaoir señalaba: “los locos furiosos deben ser atados por los que los cuidan
y todos deben colaborar con ello, para evitar los daños que podrían causar,
porque no tardarían en matarse o en
matar a los demás”
Las
cárceles donde encerraban a los locos si es que cometían un crimen, se
asemejaba a un purgatorio: era un lugar intermedio, que separaba al paraíso y
al infierno.
Como en
los leprosos, la medicina por podía ser indiferente, el primer hospital de
Occidente que recibió a los locos, parece haber sido el Montpellier. Este
hospital decía “Si hay locos en la
cuidad, los recibiréis y buscareis el origen de su locura para encontrarle
remedio. Los pondréis solos para que no se hagan daño unos con otros”
En
conclusión la medicina fue avanzando y experimentó algunos progresos.
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